martes, 29 de abril de 2008

Un milenario trabajo en equipo

La temporada de caza de perdiz con reclamo ha finalizado este año con unos resultados decepcionantes para los cazadores, cuyas expectativas no han sido alcanzadas ni de lejos. Ahora, junto a las autoridades competentes, el trabajo se centra en averiguar las causas de este fracaso y sus posibles soluciones de cara al siguiente ejercicio.

Es cierto que la climatología no ha acompañado en absoluto estos primeros meses del año -época en la que se efectúa esta modalidad cinegética-, pero seguramente existen otros inconvenientes que nos han llevado a la situación actual. Por ejemplo, la Delegación Provincial de Caza de Albacete ha propuesto medidas encaminadas a optimizar los periodos de veda de esta ave.

Sin duda, parece de lo más coherente pensar en un cambio de fechas cuando la libido de la especie es el eje central y fundamental de una práctica tan antigua que ya los romanos la ejercían, como reflejan numerosos mosaicos de la época.

En realidad, el modus operandi en esta modalidad apenas ha variado a lo largo de su milenaria trayectoria. Si la ayuda de un perro para localizar una presa nos parece fundamental en muchas variantes de la cinegética, la caza de perdiz con reclamo representa el súmmum de la compenetración con nuestra ‘pareja’, pues sin ella directamente no existiría este tipo práctica tan particular.

Para quien no esté muy familiarizado con lo que estamos hablando, le recordamos que este tipo de caza se basa en la atracción sexual entre las perdices y, por ello, el cazador debe conocer perfectamente la idiosincrasia del proceso de cortejo de esta especie.

El acercamiento de la hembra al macho se produce a través de numerosos cantos y ruidos que emite este último, que además le sirven para proteger su territorio. Pues bien, el cuquillero o pajaritero (como son conocidos los practicantes de esta variante) debe saber interpretar cada uno de esos sonidos y prever la reacción de las pretendientes, lo que supone un enorme esfuerzo de interacción con la naturaleza. Una vez superado este paso, situaremos a nuestro ejemplar macho encerrado en una jaula, en época de celo y esperando a su damisela, nuestra presa.

Obviamente, el cazador debe colocar la celda en lugares habilitados para ello, y de igual manera situarse estratégicamente para abatir a su objetivo, pero en eso es similar a cualquier otra modalidad.

Cabe pensar que los únicos cambios significativos desde la época romana hasta nuestros días hayan sido las armas empleadas para la ejecución, pasando de las piedras de muy antaño a los sofisticados rifles actuales. La crisis de la recién finiquitada temporada pone en entredicho si deben producirse nuevos virajes en la forma de plantear esta práctica. En realidad, sólo el paso del tiempo -y de la historia- nos dirá si estamos ante un trance pasajero, o bien si el ritmo de vida de nuestra época (que seguramente no nos permita dedicarle a nuestras perdices el tiempo necesario) nos obliga a efectuar cambios y a disminuir expectativas.

0 comentarios: