martes, 29 de abril de 2008

Caza con arco: “Ha sido una experiencia inolvidable”

Lo prometido es deuda. La semana pasada, acompañábamos a David Palacios Ramírez durante los preparativos de su safari en Australia. También, les asegurábamos que a la vuelta nos contaría todos los pormenores de su viaje. Aquí los tienen.

Por David Palacios Ramírez

El domingo 20 de abril, después de superar los típicos trámites de todo aeropuerto, mi primo Miguel y yo nos poníamos rumbo a Australia. Estábamos nerviosos como niños y no pudimos descansar en todo el viaje. Así, destrozados por las horas de vuelo, aterrizamos en Darwin, la capital administrativa del Territorio Norte. Pero aún nos quedaba lo peor: tres horas interminables de viaje en coche por caminos sin asfaltar. Afortunadamente, los grandes paisajes nos sirvieron de distracción. El Territorio Norte tiene una extensión de más de un millón de kilómetros cuadrados. A lo largo de ellos, abundan las junglas tropicales que, bañadas por el Océano Índico, son preciosas.

Ya anocheciendo, llegamos a nuestro destino final: el Stuart Tree Camp, un campamento de caza situado en la llanura de Swim Kreeck. En esas tierras viven unos 3.000 indígenas y ningún hombre blanco puede entrar sin permiso. Gracias a Dios, nuestra agencia de viajes había contado con este factor.

A la mañana siguiente, nos reunimos con Matthew, el guía del campamento, si es que se le puede considerar como tal. Digo esto, porque en el Territorio Norte no existe la figura de guía a la que nosotros estamos acostumbrados. Su filosofía de caza es el do it yourself (hazlo tú mismo), que consiste en dejarte sólo y permitir que planifiques los días de caza a tu gusto. Aunque al principio nos costó un poco, después resultó ser una práctica mucho más divertida que los típicos recechos acompañados de una persona que te indica todo lo que tienes que hacer.

En esa breve reunión, Matthew se aseguró de que nuestro GPS funcionaba correctamente y nos entregó varios planos topográficos. A partir de ese momento, comenzaba nuestra aventura: cinco días cazando jabalíes con arco.

Las dos primeras jornadas resultaron ser un desastre. Aunque la concentración de cochinos en esa zona es muy elevada (en todo el país se cuentan por millones), no lográbamos toparnos con ninguno. El Territorio Norte es una superficie gigantesca donde los animales pueden dispersarse con facilidad.

Al tercer día, decidimos seguir los consejos de Matthew y centrarnos exclusivamente en caminar por los revolcaderos generados en el suelo por los búfalos. Según el guía, a los jabalíes les encanta bañarse en estos charcos. Llevábamos unas cuatro horas andando cuando avistamos una manada de seis jabalíes. Sin embargo, la distancia a la que se encontraban –unos setenta metros- era demasiado grande para un disparo de arco. Por eso, decidimos aproximarnos; el viento viene a nuestro favor y los cochinos parecen no inmutarse. Así, llegamos a situarnos a 40 metros de ellos aproximadamente y decidimos que ya tenemos un buen tiro. Seleccionamos los dos ejemplares más grandes; Miguel apunta a uno y yo al otro. Soltamos las cuerdas de los arcos a la par y los dos jabalíes caen al suelo. Sus gruñidos alertan al resto de la manada que emprende una frenética carrera entre los árboles de la jungla. Nosotros seguimos disparándoles hasta agotar todas las flechas. Tras ello, nos acercamos y vemos que hemos logrado herir a otro cochino, que a duras penas trata de esconderse entre la maleza. Después de rematarlo, cargamos las tres piezas en nuestros kuads y volvemos al campamento.

En los días posteriores, frecuentamos nuevos revolcaderos y conseguimos abatir otros dos jabalíes, uno de ellos con muy buenos colmillos. Tuvimos a tiro más ejemplares, pero sólo pudimos seguirlos con nuestro arco sin disparar, ya que el cupo de cinco cochinos estaba cubierto. Con el recuerdo de estos inolvidables días de caza emprendemos el regreso a casa. Lo hacemos con la esperanza de que algún día podamos regresar al maravilloso mundo de la jungla.

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