martes, 20 de mayo de 2008

Un involuntario cómplice de la excelencia cinegética

Durante la semana pasada conocimos un nuevo caso de un delito que comienza a convertirse en triste rutina: el robo de varios galgos. En esta ocasión se ha producido en un albergue de animales de Villena (Valencia), pero sucesos como éste vienen repitiéndose alarmantemente desde hace años a lo largo de toda España, como podemos ver en los siguientes vídeos:

Más allá de lo punible de la acción, lo realmente preocupante es el destino y la supervivencia de estos canes, pues alguien con los suficientes escrúpulos como para hurtar cachorros de esta raza no parece que vaya a ser, a priori, el mejor amo del que puedan gozar.

Conocida por su potencia y su velocidad a la hora de correr, esta raza representa para los cazadores una ayuda sin parangón durante sus batidas de piezas de caza menor, como es el caso de los conejos. Pero, obviamente, hacerse con un perro de estos suele resultar económicamente complicado para muchos practicantes de la cinegética. En este punto entran en juego infractores como los que dan pie a este post.

El porcentaje de galgos robados que son posteriormente recuperados es ínfimo. A pesar de que todos ellos suelen llevar incorporados microchips detectores, los ladrones se sirven a su vez de lectores que los localizan y, en base a ello, pueden quitarlos, aunque para llevarlo a cabo tengan que producir cortes sobre la piel del animal.

En realidad, éste es sólo el paso previo a cualquiera de los destinos del can. Existe un auténtico negocio de contrabando con esta especie, que lleva a su venta al margen de la ley (dentro y fuera de nuestras fronteras) a cazadores deseosos de hacerse con un ejemplar, aunque la intrínseca ilegalidad de la transacción implique no dar al galgo los cuidados que se merece por miedo a quedar delatado. En el peor de los casos, los animales hurtados se utilizarán en peleas de perros, con la crueldad que ello implica.

Nuevamente, y como ya hemos reiterado semanas atrás, los cazadores debemos velar por la naturaleza, y acciones como éstas no favorecen en absoluto el buen hacer de la cinegética. Porque siendo el perro nuestro más fiel aliado y compañero, lo mínimo que podemos hacer por él es garantizarle unos cuidados óptimos y unas condiciones de vida placenteras, algo de lo que los galgos que salieron de ese mercado negro nunca disfrutarán.

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