martes, 27 de mayo de 2008

Plomo en la comida

Esta semana hemos conocimos que una investigación científica ha descubierto elevados índices de plomo en carne procedente de piezas de caza menor, un problema que nos hace replantearnos las supuestas ventajas de consumir preferentemente animales abatidos durante la práctica cinegética en vez de aquellos criados en granjas, donde desde su nacimiento se les prepara para el día de su sacrificio.

Como bien indica el artículo antes reseñado, el estudio habla fundamentalmente de aves, lo cual reafirma la abrumadora necesidad de encontrar la fórmula de un cartucho biodegradable, como bien les hemos ido informando semanas atrás. El plomo residente en el cuerpo de estas especies no llega a ellas exclusivamente a través de un balazo directo, más bien la mayoría de las veces acaban contaminándose tras la ingesta de perdigones que quedan sueltos por el campo tras una jornada de caza.

Independientemente de la salud del ecosistema, la reivindicación de este nuevo cartucho también se lleva a cabo desde la perspectiva del bienestar humano, pues el consumo de plomo puede acarrear graves consecuencias. Según la Organización Mundial de la Salud, los niños son los más vulnerables a este tipo de veneno, que provoca desde disfunciones en el cociente intelectual hasta mortales encefalitis.

Obviamente estos supuestos son causa de una ingestión masiva, que habitualmente sólo se da en lugares donde el tratamiento de la carne es deficiente y en hogares donde la práctica cinegética es habitual, pues lo normal es que sea el propio cazador y sus allegados quienes se alimenten de las piezas abatidas.

En el caso de la caza mayor, el proceso de limpieza de la carne resulta más sencillo por el notorio hecho de que existe una mayor superficie de la misma. Una vez muerto el animal, debemos tirar a la basura toda la parte que rodea al orificio de entrada producido por la bala, que distinguiremos por su ennegrecido tono. Además, recordamos que de haber utilizado escopeta, la munición no ha traspasado la pieza y también hay que extraerla, cosa que no suele pasar de emplear rifle.

Si hablamos de caza menor la cuestión se complica, pues limpiar convenientemente una pieza puede significar el despilfarro de más de la mitad de su cuerpo, con los que nos quedaríamos con poca cantidad que llevarnos a la boca. Asimismo, el riesgo de encontrar plomo ingerido por el animal se multiplica, por lo que debemos estar muy seguros de su estado antes de consumirlo.

Como norma general pues es más recomendable alimentarse de aves de corral que de aquellas capturadas por uno mismo. Con ello perderemos el romanticismo de culminar una buena jornada de caza alimentándonos de nuestras presas pero ganaremos en salud.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No sois un poco alarmistas? Creo que los casos a los que haceís referencia son aislados. Yo llevo toda mi vida comiendo animales de caza y nunca he tenido ningún problema. Tanto en la caza mayor como en la menor, si se limpia bien la carne no hay ningún problema; es cuestión de perder un poco de tiempo. Tengo muy claro que prefiero la carne de monte a la de animales criados en granja. Estos sí que son perjuciales para la salud, porque son pura química.

Marcos