martes, 25 de marzo de 2008

La vergüenza de un colectivo

La pasada semana conocimos la detención, por parte de la Guardia Civil, de 12 personas en Madrid, Salamanca y Toledo acusados de efectuar cacerías furtivas a lo largo de toda España.
Es el resultado final de la denominada “Operación Bambi”, una investigación que ha llevado a la autoridad competente a desmantelar una red tan maquiavélica como casi perfecta alrededor del mundo de las batidas ilegales en nuestro país.
Estos sujetos tenían en su poder un arsenal de 53 armas, que incluía escopetas, rifles y carabinas; al igual que numerosos focos, miras telescópicas y silenciadores (que ellos mismos fabricaban). Asimismo poseían aproximadamente 500 trofeos de caza, entre los que podíamos observar ejemplares de especies protegidas y crías de animales congeladas, amen de otros animales como cabras de Gredos e Hispánicas. Finalmente, también ha quedado constatado que efectuaban prácticas taxidermistas de forma ilegal.
Pese a todo, estos siniestros individuos no acabarán en principio entre rejas, pues los delitos referentes a la protección de la flora, la fauna y los animales domésticos sólo están penados con multas. La única posibilidad de verles privados de su libertad podría ser si se demuestra su asociación ilícita, infracción de la que también se les acusa.

Manchado el buen hacer de la caza
Las atrocidades cometidas por estos asesinos al margen de la legalidad vuelven a poner en la picota el noble oficio de la caza. Los medios de comunicación, que sólo se hacen eco de este sector cuando ocurren sucesos como el que nos ocupa; las asociaciones contra el maltrato animal y parte de la sociedad tiende a generalizar y a calificar como villanos a todo el colectivo de cazadores, cuando la labor de éstos es mucho más necesaria de lo que algunos creen.
Siempre regulada por ley, la caza pone solución a problemas como el del mantenimiento de los bosques o el de la superpoblación de algunas especies, lo que implica la perfecta cohabitación entre el ser humano y el reino animal dentro de un mismo entorno natural, o que unos y otros no vean perjudicada su calidad de vida.
Por ejemplo, es de sobra conocida la superpoblación de jabalíes en el norte de España, que invaden las redes viarias de esos lugares provocando aparatosos (y en ocasiones mortales) accidentes de tráfico. Igualmente, también sabemos que la existencia de un número elevado de lobos y zorros pone en peligro las piezas de ganado bovino, ovino, porcino y avícola pertenecientes a los ganaderos que comparten emplazamiento con tan hábiles depredadores.
Asimismo, la existencia de cotos de caza conlleva el perfecto cuidado y mantenimiento del hábitat natural por parte de propietarios y clientes. De no existir, su situación sería tan lamentable como la de muchos de los bosques que pueblan nuestra geografía.
Pero todo ello, insistimos, ateniéndonos a los dictámenes legales, que salvaguardan la supervivencia de todas las especies y respeta los tiempos naturales del ciclo de la vida y la dignidad del animal.
Por tanto, desde nuestra forma de entender la caza, abogamos por la mano dura con estos salvajes infractores, que no respetan ninguno de los principios en los que se basa esta noble práctica y que no hacen sino ensuciar el buen nombre del colectivo de cazadores. Un colectivo que en su inmensa mayoría actúa de forma responsable, legal y respetuosa.

1 comentarios:

Pepe Madariaga dijo...

Bien. Buena presentación. Tratad de poner más enlaces y darle un toque más periodístico.